El Precipicio

 La brisa sopla. La calma cesa y los pensamientos una vez más, proporcionan la energía de total vitalidad a la vida. Un recuerdo, una sonrisa. Otro recuerdo, una inexplicable lágrima. Es un común ideal el reconocer que cada uno de nosotros tiene un rumbo, un camino designado de vida por el cual nos regimos, y por el cual nos dejamos llevar. Hay una vereda de inesperadas circunstancias en la cual caminas a diario, de la cual no puedes escapar. Quisieras que fuese distinto, pero no es así. Arraigado de esta verdad inmutable, enfrentas al mundo y junto con el toda prueba. Te vistes de valor cual si quiera verdadero, para desafiar la incertidumbre y peleas a diario con la marea alta del vivir. Océanos de conflictos y contrariedades que interrumpen la velocidad con la cual viajas. Suspiros y sollozos de agonía a veces te agobian y te recuerdan tu vulnerabilidad. A diario, recuerdas que quizás no eres tan fuerte, y que el ficticio acto de desafío ante la adversidad, es solo la confrontación inevitable entre lo conocido y lo desconocido. Lo que una vez tuviste, lo que tienes hoy, lo que tendrás mañana. Lloras. Ríes. Vives.

La mariposa te teme. Las aves con sanador canto vuelan en dirección contraria, y el deseo de gritar al cielo las injusticias de vida, crean agujeros de desesperación en tu ser. La noche se alarga, los días son demasiado cortos. No puedes evitar aceptar que en el transcurso te encuentras cada vez más solo, y lo que fuera en una ocasión la luz al final del túnel, se ha convertido en la llama de fuego que evitas tocar para no quemarte. El aire se espesa. La noche se acalora con intensidad. Estudias más, pero sabes menos. Es la iliterata del ser. Llegas al punto de necesitar espacio, en medio de tanta soledad. Deseas silencio cuando en realidad ensordeces. Ves mucho, pero nada observas. Oyes casi todo, pero se te dificulta escuchar. La vida y las pruebas el camino.

 Entonces, sucede lo inesperado. En el camino del vivir, llegas a una instancia de la cual no hay retroceso. No hay más camino. La vereda llega a su fin. Es en este punto donde la realidad humana y el razonamiento tradicional mueren, y el residuo se compone de un alto nivel de comprensión y entendimiento. No hay marcha atrás una vez llegas a este lugar. No hay escape. Utilizas todos tus sentidos para procurar restauración, para demandar sanación. Haces lo imposible para salir de este lugar, pues más adelante ya no hay opciones. Adelante espera lo vasto de lo sobrenatural. El más allá. Adelante hay algo más profundo, existe algo mucho más poderoso. 

Extiendes tus manos en este lugar y gritas por ayuda, y notas como las nubes se abren. Puedes ver como la extensa gama de posibilidades se hace una realidad. Miras hacia lo alto y las aves que una vez te evitaron danzan para ti, la mariposa una vez ilusa te roza el rostro con un beso espiritual. Es algo poderoso, algo sobrenatural. Ante nuestra vulnerabilidad, miedo, angustia y dolor te calienta un sublime rayo de sol. Te sonríe Dios en medio de todo, pues en medio de tu caída, te levantaste mucho más alto, eres más fuerte. En lo que parecía ser el final, se comienza a redactar el primer capítulo del resto de tu vida. Dios te abraza con una brisa en el monte alto. Te recoge del suelo y te hace volar. Eres fuerte, eres por siempre libre.

Y ahora desde ese punto, desde lo más alto entiendes lo más complejo. Ahora observas, ahora aprendiste a escuchar. Sanación y restauración se hacen parte de ti, y todo razonamiento reposa en esta crucial verdad: ante el precipicio, no hay otra opción...todo ser humano cambia.


Comments

  1. Dios al final y como principio de todo, bálsamo de amor y paz...
    El siempre está..
    Y nos recoje con su amor...
    Excelente descripción de lo que muchos viven a diario, ojala todos encontraran a Dios en ese final del camino.

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