DALIA
Lumakrus es el
hemisferio de claridad. Es la esencia constituida por una radiación poderosa de
estimulo que ubica el raciocinio humano en una postura llena de esperanza,
estimulo, y mucho optimismo. La luz que emana de esta experiencia conserva en
si misma, la capacidad de preservar sentimientos fructíferos que se reagrupan
en un consorcio de expresiones comiscas-internas que hoy día conocemos como el
amor.
Oskrumas es todo lo opuesto. En esta experiencia el raciocinio no existe, porque no hay fuente de luz que provea una visión clara de entendimiento. Dicha oscuridad por su parte esparce, de manera poco misericordiosa, un letargo de sucesos negativos e inexplicables que se ven expresados en medio de una conducta humana llena de confusión, desespero, y hasta depresión. Oskrumas destruye lo que Lumakrus ofrece de una manera metodológica muy efectiva. A raíz de esta verdad, estas dimensiones emocionales en el interior del hombre deben entenderse como posibles creadores o destructores de lo que conocemos como existencia.”
Estas eran las líneas que Diego recordaba del trabajo escrito de su tesis que nunca entregó a la facultad. El proceso investigativo para dicha tarea fue muy efectivo cuando consideraba en el lugar que ahora se encontraba. Lo que muchos ignoraban es que este trabajo escrito, esta tesis, no era solamente una meta personal para graduarse de su materia si no que, en realidad, Diego buscaba las respuestas a tantas incidencias emocionales en su vida de lo que Oskrumas significaba para él. Esta noche en especial, retirado de tanta normalidad y acomodo social, Diego se encontraba en su "lugar feliz," su espacio separado entre la realidad y lo imaginario. Muchos se preguntaban dónde podría estar, pero no todos reconocen la existencia de ese lugar que Diego identifica en su trabajo escrito como, Murkina.
De acuerdo con su
tesis, Diego describe a Murkina como la dimensión mental y emocional compuesta
de un dominio individual tan definido dentro de algunas personas, que termina
exitósamente, de retirarlos de cualquier esperanza emocional y anímica en esta vida.
Es ese lugar oscuro donde escasea toda forma de pensamiento y actitud positiva
ante la adversidad y, por consiguiente, remueve al individuo en reclusión
emocional; en oscuridad mental y en completo cinismo ante una psiquis negativa. Es un lugar
que el ha conocido muy bien. Es el lugar que ha llamado su “lugar feliz” por
mucho tiempo.
Ese aislamiento de la
vida real a lo mas profundo de su cueva Murkina, es donde había vivido por años,
y donde se sentía mas seguro. Allí en un espacio oscuro y lleno de mucho polvo
irracional, vivía sus días y dormía sus noches con pocas esperanzas de olvidar
sus fracasos o de poder asimilar el daño que su corazón recibió por tanto
tiempo. Diego aprendió a vivir en Murkina. Diego aprendió a aceptar a
Murkina. Por mucho tiempo, Diego amó a Murkina. Era intocable para el mundo allí.
En aquel espacio nada ni nadie le haría mal. Pero a medida que pasaban los
años, una realización mortal arropó el frío de su ignorancia. Murkina era una
muerte lenta. No había salida de ella. De esa manera, Diego esperaba su
destino. Seguramente, una muerte no anunciada y a solas. Murkina sería su último
amor.
Pero lo que
muchas personas ignoran, y que Diego tampoco tomó en consideración nunca, es que
la vida siempre encuentra su lugar. No existe la muerte para aquello que
trasciende la cósmica realidad de la creación, y la limitada experiencia humana.
Murkina, a pesar de ser un lugar que guarda mucho poder sobre multitudes,
no es un Sheol. No debe considerarse como el fin. Diego era incapaz de experimentar
los beneficios de su Lumakrus, cuando invitaba e idolatraba a su contraparte,
el Oskrumas. Pero gracias a nuestro Creador, el hombre tiene un control
limitado en todo esto, y la Palabra divina es la que siempre prevalece.
Las sombras son
creadas por luz. Dentro de su Murkina, Diego ignoraba el control divino
mientras que en ese espacio de retiro, una leve corriente de agua que saturaba
el terreno dio paso a la vida en la forma de una preciosa y peculiar flor.
Diego no era botánico. Sus conocimientos y nivel académico eran buenos, pero
no tanto como para reconocer el bello ser viviente que, sin saberlo, le
acompañaba. Él se inclinó un poco hacia ella hasta que sus hojas y pequeños pétalos
describían en un baile existencial su nombre. Se llamaba Dalia. Una flor particular
y común de centro América, pero reconocida como flor nacional en el país de México.
Una flor mejicana acompañaba a Diego.
Diego sonreía con
lagrimas en sus ojos porque no podía creer que semejante belleza pudiera nacer
dentro de tanta oscuridad. Pero allí estaba. Atenta. Optimista. Feliz de estar allí
con él. Dalia movía su tallo de manera delicada de lado a lado como si formara parte
de una danza en un baile que siempre había esperado. Ella radiaba cantidades
sorprendentes de Lumakrus. Tanto era el nivel de su experiencia, que Diego lo sentía.
Al reconocer este hallazgo, Diego quiso tocarle, pero al sentir su cercanía,
Dalia se movía. Ella se inclinaba hacia la luz mientras Diego insistía en tocarle
dentro de su espacio oscuro. El mensaje era claro. El Lumakrus y la Oskrumas no
se pueden mezclar. El toque entre ambas experiencias es una imposibilidad
universal. Para lograr este cometido, Dalia le pedía a Diego que se dirigiera
hacia la luz. Era necesaria la misma plataforma emocional para que ambos
existieran.
Y fue de esta
manera, que después de más de una década en su auto-impuesto cautiverio, Diego comenzó
a arrastrarse por el lodo de su Murkina, en dirección a la luz. Siguiendo la
danza de Dalia hacia la salida, él dejaba su lugar feliz en el pasado. Poco
a poco la luz comenzó a acariciarle el rostro, mientras que Dalia le tomaba de
la mano hacia un nuevo capítulo de vida.
Nadie sabe con
exactitud cuál fue el desenlace de esta historia. Nadie conoce el paradero de
Diego y Dalia. Ambos existen, por primera vez, en el teatro singular del alma
que solos los que llevan las cicatrices de la Oskrumas conocen. Nadie sabe de
su paradero, pero al considerar las últimas líneas de su trabajo escrito,
sabemos que Diego baila, en un lugar único, la danza del valiente con la
portadora de su Lumakrus eterno, una pequeña flor mexicana llamada, Dalia.
¡Enhorabuena!
Comments
Post a Comment