El Fango, Él y Yo

 El camino estaba mojado. Mis pies cansados y cubiertos por el fango ofrecían un despliegue de colores, mientras la sangre que emanaba de las plantas se mezclaba con el agua. Había caminado mucho. Me sentía exhausto. En muchas ocasiones durante mi travesía traté de recordar de dónde exactamente venía, deseaba saber el punto de origen de este viaje, pero fue siempre infructuoso. Quizás no había necesidad de saber, es muy probable que la información fuera irrelevante, pero aun así caminé. Caminé hasta el punto de llorar de desesperación y de confusión. No sabía dónde me encontraba, no estaba exactamente seguro de saber el porqué de la encomienda y peor aún, desconocía mi rumbo, mi meta.

En varias ocasiones y en diferentes puntos de descanso oré. Busqué sin cesar guía de lo más alto ante la incapacidad humana que me arropaba. Quería elevarme como un ave y descender a la realidad con una visión mucho más clara. Era mi mayor deseo tener las respuestas a tantas interrogantes, a tanta duda y confusión. En una de estas instancias, algo extraordinario sucedió. Mis rodillas se hicieron parte del conflicto cuando en ansias y descontrol, caí en humillante ruego delante de esa deseada presencia. Entre el fango, el agua, la sangre y mi dolor, sentí un leve toque en mi hombro derecho. 

Mi corazón se detuvo momentáneamente y se me imposibilitaba respirar. Temblaba como un niño, pero no quise abrir mis ojos. Me agobiaba el deseo de saber con quién compartía este momento trascendental en mi vida, pero no pude abrir mis ojos. Era miedo, era duda o quizás era simplemente que no quería ser sorprendido por un destello del poder de mi imaginación. No lo sé. Lo cierto es que allí me mantuve, en medio de todos los elementos, y este toque de origen desconocido. Seguido, una voz delicada pero de poder inexplicable viajó a través del tiempo y espacio y solamente dijo mi nombre: "Rafael".

Sentí mi corazón danzar en mi pecho, y fue imposible detectar con exactitud su paradero. Mi pecho quería explotar, mis pulmones se llenaron de un aire distinto, mi boca quería desbordarse con un grito. Mi cuerpo se erizaba. No era imaginación. No era deseo. Esto ya era un hecho, no estaba solo. Allí en aquel lugar que desconocía, alguien me llamó por mi nombre. Lo escuché. Lo sentí: "Rafael".

En un instante de valentía y de terrible riesgo, decidí abrir mi ojo derecho parcialmente, medio cerrado para poder tener un destello siquiera de quién estaba allí; deseaba saber con quién exactamente interaccionaba. Y para mi sorpresa, solo pude ver parte de su pie derecho detrás de mí. Él también caminaba descalzo, y Él también sangraba. Parecía como si Él hubiese caminado un largo trecho como yo. En un instante, su sangre y la mía bailaban en el agua en medio del fango y de la incertidumbre. Él estuvo caminando también, también Él había padecido lo terrible del viaje. Sentí consuelo, sentí sanación, sentí libertad. En lo que pareció haber sido una inexplicable ruta de vida, el sentido aterrizó en mi alma, y por primera vez pude ver. Nunca estuve solo. Junto a mí, Él sangró también.

La alarma me despertó a las 6:30 AM, como de costumbre. Mis ojos se abrieron en medio de una insensible desilusión. La realidad una vez más tomó posesión de mí al descubrir que solo soñaba, y que esta magistral visión de la que fui parte, fue solo un destello de lo que el universo con frecuencia nos regala en medio de nuestro dormir. Sentí tristeza. Sentí deseos de llorar. La vida ofrece momentos de desespero y momentos de irracional verdad.

 En muchas ocasiones situaciones nos azotan y tendemos a ocultarnos en lo limitado de nuestro ser, sin poder reconocer el poder de aquél por quien vivimos, la magnificencia de aquél que sangró primero para traernos hasta aquí. En ocasiones, es cuando más solos nos sentimos cuando en realidad estamos mejor acompañados. Tenemos que aprender a mirar y escuchar. Tenemos que entender el camino.

Cuando salgo del baño luego de un aseo personal, la joven del equipo de limpieza del hotel donde me hospedaba se sonrió conmigo y me comenta:

 — "¿No es cierto que este lugar es una bendicion? Debiste haber pasado una buena noche Rafael."

— "No sé exactamente a qué te refieres", le respondí sonriente, pero confundido y tomado por sorpresa.

— "No se preocupe, nos pasa a todos de vez en cuando. La diversión que llena verdaderamente ciega en ocasiones. Ya enviamos las sábanas a lavar para usted", me contestó ella.

— "Mis sábanas, ¿a lavar?, pero ¿por qué? La realidad es que no entiendo nada", le reiteré con una confusión aún más intensa; junto a un corazón que quería saltar de mi pecho.

Su respuesta cambió mi vida para siempre. Con mirada maravillada y sonrisa casi angelical me dijo: "si sus sábanas Rafael...es que estaban llenas de fango". 

Comments

  1. Esta maravilloso texto, hizo vibrar mi espíritu, y me recordó lo que muchaa veces olvidamos : Jamás estamos solos, El no lo permitiría!
    Perfecta sintaxis, emotiva redacción.
    Mis felicitaciones Ralph!!!

    ReplyDelete

Post a Comment

Popular Posts